30 de septiembre de 2011

Hoy ha sido un buen día.

Efectivamente, hoy por fin me he despedido de mi oficina. A partir de mañana mismo(realmente en unos minutos) seré una persona nueva con nuevos proyectos y por supuesto con nuevos problemas.

No se si este es el sitio ideal para hacer balance, pero creo que debo de ser un poco más explícito que en mi primera entrada, para que todos aquellos que lean esto se den cuenta de que no están ante un loco que ha decidido romper con todo y dedicarse a la buena vida.

Podría haberlo hecho, abandonarlo todo y dedicarme a la vida contemplativa, como el protagonista de esta canción, o desaparecer y renacer posteriormente como un ave fénix con el único ánimo de reírme de todo lo que me rodea, como el protagonista de esta serie de televisión de los 70.

Pero no, creo que las personas debemos de evolucionar constantemente, que quien se acomoda y deja de crecer, o deja de tener curiosidad por crecer como persona, sencillamente deja de serlo para convertirse en una especie de robot programado que todos los días realiza las mismas tareas. No digo con esto que todos tengamos que cambiar de trabajo para evolucionar, hay otras formas, solo que la que yo he elegido es esta. Por si alguien tiene dudas yo ya había llegado a la fase de robot hace unos años, hasta tal punto que tuvo que suceder un acontecimiento desagradable para darme cuenta de ello.

Una vez repuesto del susto concentré todos mis esfuerzos en “dar el salto”, hasta tal punto que descuidé en cierto modo mi trabajo. Esto me ha llevado a una situación de mayor infelicidad que ha durado varios meses ya que, por un lado, no estaba satisfecho por no estar todavía en disposición de salir de allí y, por el otro lado, estaba también insatisfecho con mi trabajo, puesto que sabía que estaba faltando a mi deber en ciertos aspectos del mismo.

Por eso hoy es un buen día, ya he salido, ya soy libre, ya no dejo de cumplir con mi deber para con la empresa por atender otras tareas, sobre todo porque ya no pertenezco a la empresa.

Es el momento de hacer borrón y cuenta nueva.

Voy a tomarme unas semanas sabáticas y volveré al mundo empresarial y al mundo bancario y de las finanzas, pero de otro modo. Volveré desde el otro lado, como un converso, aunque me temo que en el que hasta hace un rato era mi banco me verán más bien como un zombi que regresa desde la tumba para comerles el cerebro.

22 de septiembre de 2011

Swaps y derivados financieros III: Intervinientes, el cliente.

El cliente que ha firmado un contrato de este tipo ha sido normalmente un cliente antiguo de la oficina y conocido de sobra por la plantilla. Este cliente confía plenamente en el director de la sucursal porque éste siempre le ha tratado bien y no le ha hecho ninguna “jugada”.

Este cliente firma a ojos cerrados y sin leer cualquier documento que el director le ponga delante, simplemente con las explicaciones verbales que éste le dé. Ese ha sido el gran error que han cometido la inmensa mayoría de personas que han firmado algún producto de este tipo, que conste que no pretendo, ni mucho menos, echar la culpa de sus propios males a los clientes “engañados”, pero deberemos de reconocer que han sido un poco díscolos con su firma, estampándola sin miramientos en cualquier lugar que diga “EL CLIENTE”.

Poco después de la firma todo sigue funcionando con perfecta normalidad, hasta que el Euribor comienza a descender (como ya hemos contado) y entonces surgen los problemas. A partir de este momento el director del banco deja de ser nuestro amigo y se convierte en el objeto de nuestras iras.

La culpabilidad del director se agrava todavía más por su propia causa, ya que si conociera bien el producto que nos ha vendido (nociones básicas de cualquier manual de ventas) en este momento podría razonar y rebatir nuestras quejas con unos argumentos sólidos que, si bien nos van a dejar igual de jodidos que estábamos, nos van a dar un punto de vista distinto e incluso podría darse el caso de que nos convencieran.

Vamos a terminar con las entradas de derivados y swaps (hasta que en un futuro más o menos lejano me decida a detallar los tipos de derivados más utilizados y su mecánica), con una última reflexión: Todos, absolutamente todos los intervinientes en un contrato de derivados financieros tienen su propia parte de culpa, y cuando digo intervinientes me refiero tanto a los directos como a los indirectos, es decir, por parte del banco son tanto el director de la oficina como el director de zona, el territorial, el director general y el consejero delegado; y por parte del cliente tan culpable es él mismo como sus consejeros y asesores, que no le pararon los pies al abrigo de unos primeros meses provechosos.

Porque no podemos perder de vista que si el Euribor hubiese mantenido la senda ascendente que todos esperábamos inicialmente, el desenlace habría sido bien distinto puesto que los clientes habrían estado cobrando dinero todos los meses, en lugar de tener que pagarlo, y no se hubieran producido la cantidad de denuncias que ha habido.

12 de septiembre de 2011

Swaps y derivados financieros II: Intervinientes, el director de oficina.

Una vez visto como estaba el panorama en el sector bancario y sus alrededores en el momento de máximo apogeo de estos derivados vamos a intentar adivinar qué motivaba a cada uno de los intervinientes a firmar estos contratos.

De entrada debemos de tener claras dos cuestiones fundamentales en cuanto a la preparación previa de las partes: 1, La inmensa mayoría de los clientes no sabían lo que estaban firmando. 2, Un gran número de directores de oficina tampoco.

¿Quien es el director de la oficina?, En principio podríamos decir que es la persona que a ojos de la clientela está al frente de todo, responsable tanto del buen funcionamiento de la oficina como de la consecución de sus objetivos. A ojos del banco también está al frente de todo. El problema es que el “todo” de los clientes no suele ser el mismo “todo” que el del banco, pero ese es un tema a tratar en otras entradas futuras.

Respecto a los swaps, creo que no sería demasiado atrevido asegurar que al menos un 50% de los directores de banco que han firmado algún derivado no sabían exactamente lo que estaban colocando. El conocimiento del producto se resumía generalmente en una característica fundamental del mismo: genera elevadas comisiones que además el cliente no percibe porque generalmente él no las paga. A mayor importe y mayor plazo más comisiones.

Como la presión para la contratación de derivados partía generalmente del Consejero Delegado y de ahí se expandía a toda la estructura de la entidad financiera la consigna era clara: Había que hacer derivados para generar comisiones. Se autorizaban préstamos con la condición indispensable de formalizar un swap al mismo tiempo, llegando a firmar auténticos disparates.

Como ejemplo, no real al 100% pero sí inspirado en la realidad, supongamos que se autoriza un préstamo de 80.000€ a 5 años a tipo variable y al mismo tiempo se obliga al cliente a firmar un swap a tipo de interés fijo para 250.000€ a esos mismos 5 años.

Si el interés sube el banco paga la diferencia entre el interés real y el contratado en el derivado, y si baja es el cliente quien debe de liquidar la diferencia, de manera que el tipo final resultante siempre es el mismo.

Con la bajada de intereses que ya hablamos en la anterior entrada la situación se complica mucho: El cliente ha firmado en dic-2007 un préstamo de 80.000€ a un interés variable del 5,80%; al mismo tiempo se ha firmado el citado swap de 250.000€ al 6% fijo. En dic-2008 el cliente está pagando un 2,41% en el préstamo de 80.000€ y además debe de pagar unos intereses del 3,59% (6 menos 2,41) sobre los 250.000€ del derivado. En resumen, está pagando la cuota de su préstamo más unos 750€ al mes (más o menos) de intereses del swap.

Otra cosa, el cliente piensa que esos 750€ mensuales se los está embolsando el banco, pero no, ese dinero va a parar al banco corresponsal con el que el nuestro ha cuadrado la operación, este banco es quien pagó la comisión al formalizar el swap. Vamos, que una vez formalizado un swap a nuestro banco le da igual cómo vaya el tipo de interés, puesto que él tiene sus posiciones cuadradas.

Con lo que creo que no contaban es con los problemas legales y de reputación que podrían traer consigo estas prácticas.

6 de septiembre de 2011

Swaps y derivados financieros I: El Entorno.

 

  Me atrevería a asegurar que más del 90% de las personas que han firmado un contrato de “permuta financiera” (otra forma más de llamar a estos contratos) en calidad de clientes no sabían lo que estaban firmando.

  Estos productos son los que han generado el mayor número de demandas a las entidades financieras españolas, ya no solo ante Banco de España, sino también en los tribunales.

 Desde una posición que pretende ser imparcial, y con el ánimo de aclarar un poco este asunto voy a tratar de desglosar estos productos en sus partes más pequeñas, intentando al mismo tiempo ayudar a aquellas personas que han firmado alguno de estos contratos a entender un poco mejor lo que les ha pasado.

ENTORNO LEGAL.  Aunque si se lo cuentas a un amigo en el café o tomando una cerveza lo más probable es que se ría de ti, todo este lío comenzó con la buena intención por parte del gobierno de proteger a los clientes de los bancos ante una subida de tipos, obligando a éstos por ley a ofrecer productos que contrarrestaran estas subidas. El ánimo de la ley era bueno, pero su aplicación fue desastrosa.

En el momento de la publicación de la ley el Euribor estaba entorno al 3% y bajando. Con estas expectativas a la banca no le interesaba ofrecer estos productos, puesto que los movimientos de los tipos de interés eran muy suaves y no hacían atractivo el producto.

TIPO DE INTERÉS.  El tipo de interés se mantuvo estable en una banda de entre el 2% y el 3% entre diciembre de 2002 y marzo de 2006, es decir, 40 meses de absoluta tranquilidad en los intereses, que fueron acompañados de un período de bonanza económica. Todo funcionaba.

A partir de marzo de 2006 la cosa cambia, el Euribor encadena continuas subidas de interés hasta que en diciembre de 2007 su media mensual rozó el 4,8%.  Este fue el caldo de cultivo. Esta situación era la idónea para comenzar a colocar swaps.

Pero ahí no acabó todo, pocos meses después, en junio de 2008, el Euribor tuvo su mayor subida diaria de la historia, alimentado por unas declaraciones del Presidente del Banco Central Europeo. En los meses posteriores y con la crisis financiera internacional en todo lo suyo el Euribor se asentó por encima del 5,3%.

La puntilla fue que una empresa de análisis y previsiones económicas auguró que el Euribor podría cerrar el año 2008 en un 6%.

Ya tenemos el fuego encendido. Con este panorama los bancos tienen carta blanca, te dicen y redicen que el interés va a seguir subiendo y te dan principalmente dos opciones, una, convertir el tipo de interés de tu préstamo de variable a fijo, y otra, fijar una banda de interés máximo y mínimo de la que tu préstamo nunca se pueda salir.

¿Y cómo se hacen estas conversiones de forma fácil y barata (la contratación de estos productos no tiene coste habitualmente) sin pasar por notario y sin tener que liquidar nuevamente impuestos?. Pues muy fácil, firma aquí.

Y si a cualquiera de nosotros no dan estos argumentos firmamos sin dudarlo.

PROBLEMA. El Euribor de diciembre de 2008 no fue el 6%, sino el 3,45%. En julio de 2009 (un año después de situarse en un 5,39%) su valor era del 1,41%.