22 de septiembre de 2011

Swaps y derivados financieros III: Intervinientes, el cliente.

El cliente que ha firmado un contrato de este tipo ha sido normalmente un cliente antiguo de la oficina y conocido de sobra por la plantilla. Este cliente confía plenamente en el director de la sucursal porque éste siempre le ha tratado bien y no le ha hecho ninguna “jugada”.

Este cliente firma a ojos cerrados y sin leer cualquier documento que el director le ponga delante, simplemente con las explicaciones verbales que éste le dé. Ese ha sido el gran error que han cometido la inmensa mayoría de personas que han firmado algún producto de este tipo, que conste que no pretendo, ni mucho menos, echar la culpa de sus propios males a los clientes “engañados”, pero deberemos de reconocer que han sido un poco díscolos con su firma, estampándola sin miramientos en cualquier lugar que diga “EL CLIENTE”.

Poco después de la firma todo sigue funcionando con perfecta normalidad, hasta que el Euribor comienza a descender (como ya hemos contado) y entonces surgen los problemas. A partir de este momento el director del banco deja de ser nuestro amigo y se convierte en el objeto de nuestras iras.

La culpabilidad del director se agrava todavía más por su propia causa, ya que si conociera bien el producto que nos ha vendido (nociones básicas de cualquier manual de ventas) en este momento podría razonar y rebatir nuestras quejas con unos argumentos sólidos que, si bien nos van a dejar igual de jodidos que estábamos, nos van a dar un punto de vista distinto e incluso podría darse el caso de que nos convencieran.

Vamos a terminar con las entradas de derivados y swaps (hasta que en un futuro más o menos lejano me decida a detallar los tipos de derivados más utilizados y su mecánica), con una última reflexión: Todos, absolutamente todos los intervinientes en un contrato de derivados financieros tienen su propia parte de culpa, y cuando digo intervinientes me refiero tanto a los directos como a los indirectos, es decir, por parte del banco son tanto el director de la oficina como el director de zona, el territorial, el director general y el consejero delegado; y por parte del cliente tan culpable es él mismo como sus consejeros y asesores, que no le pararon los pies al abrigo de unos primeros meses provechosos.

Porque no podemos perder de vista que si el Euribor hubiese mantenido la senda ascendente que todos esperábamos inicialmente, el desenlace habría sido bien distinto puesto que los clientes habrían estado cobrando dinero todos los meses, en lugar de tener que pagarlo, y no se hubieran producido la cantidad de denuncias que ha habido.

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